PRESENTACIÓN

La red está llena de información, tanta que es muy fácil perderse en ella. Seguramente lo que pueda escribir ya está dicho en algún otro sitio. Sin embargo, me he decidido a hacerlo porque disfruto con ello y porque, quién sabe, quizás alguien pueda encontrar aquí algo que no habría leído en otro lugar. El propósito de este blog es compartir reflexiones personales e "intercambiar conocimientos" relacionados con la psyché, el alma o el "ser persona". Os invito a enriquecer mis entradas con comentarios, preguntas o sugerencias.



viernes, 30 de agosto de 2013

El dinero no da la felicidad (richer but not happier)

“La creencia de que los ingresos elevados se asocian a un estado de ánimo positivo está muy extendida pero es, en su mayor parte, ilusoria”. Con esta frase encabezan Daniel Kahneman y su equipo un artículo de investigación publicado en la prestigiosa revista Science. (Kahneman, D. et al., 2006. Would you be happier if you were richer? A focusing illusion. Science 312(5782):1908-10). Las personas con ingresos por encima de la media están relativamente satisfechas con su vida –continúan- pero apenas son más felices que los demás, no pasan más tiempo en actividades agradables y tienden a estar más tensos. Además, el efecto de los ingresos sobre la satisfacción vital tiende a ser transitorio. Es decir, uno se “acostumbra” pronto a su nivel de ingresos (nivel de vida) y deja de producirle satisfacción.
En un artículo posterior, Kahneman analiza con más detalle la diferencia entre la satisfacción vital (lo que piensan las personas sobre su vida) y el bienestar emocional (esto es, la “calidad emocional” de la experiencia cotidiana, incluyendo aquí emociones básicas como el placer, la tristeza o la ira, pero también experiencias más complejas como el estrés, la “felicidad” y el cariño) (Kahneman, D. & Deaton, A., 2010. Proc Natl Acad Sci U S A. 107(38):16489-93.)
Analizando datos de una amplia muestra de personas encuestadas, observan que el nivel de ingresos está más relacionado con la satisfacción vital que con el bienestar emocional; en palabras de Kahneman et al, “los ingresos elevados compran la satisfacción pero no la felicidad”. El estado de salud, la soledad y el ser fumador, por poner algunos ejemplos, son predictores más potentes del estado emocional cotidiano. No obstante, cuando los ingresos están por debajo de un determinado umbral, se asocian tanto con baja satisfacción como con bajo bienestar emocional.

Dejando a un lado –por esta vez- la compleja cuestión de la definición de la “felicidad” (la equiparación que hace la investigación psicológica de la felicidad con bienestar emocional o con alegría requiere, desde mi punto de vista, muchas matizaciones) me atrevo a aventurar, a partir de lo antedicho, que el ansia que parece dominar a muchas personas por poseer más y más, por enriquecerse sin límite, no tiene en absoluto que ver con una experiencia positiva de la propia vida. ¿Entonces, por qué los que más tienen viven empeñados en seguir acumulando? ¿Será que nos volvemos esclavos de nuestras posesiones y nos encadenamos voluntariamente, aunque casi sin darnos cuenta, al Amo Dinero? ¿Cuál es el motor que mueve el mundo, entonces? ¿Tal vez el MIEDO? ¿Por qué, si no, nos empecinamos en la prosecución de más logros y más riquezas, que no sólo no dan la felicidad (en mi propia definición de este término) sino que ni siquiera aportan alegría o bienestar? Aunque sin intención de echar balones fuera (pues toda mirada hacia fuera debe partir de una mirada hacia dentro), me pregunto ¿serán conscientes los políticos, banqueros y todos los “grandes” de nuestro tiempo de que sus decisiones y actuaciones dañan y empeoran la vida de muchos, pero no mejoran la suya propia?