PRESENTACIÓN

La red está llena de información, tanta que es muy fácil perderse en ella. Seguramente lo que pueda escribir ya está dicho en algún otro sitio. Sin embargo, me he decidido a hacerlo porque disfruto con ello y porque, quién sabe, quizás alguien pueda encontrar aquí algo que no habría leído en otro lugar. El propósito de este blog es compartir reflexiones personales e "intercambiar conocimientos" relacionados con la psyché, el alma o el "ser persona". Os invito a enriquecer mis entradas con comentarios, preguntas o sugerencias.



sábado, 8 de septiembre de 2012

El "jardín zen" interior

Es una tarde de (casi) finales de verano, una tarde, por cierto, agradablemente fresca y, mientras descanso antes de reanudar mis tareas, observo la multitud de pensamientos que pasean por mi mente en tranquilo desorden. Me detengo en el jardín zen. No es que tenga uno, ni "de verdad" ni de adorno, pero la imaginación puede construir cualquier tipo de jardín que uno desee ¿o no? Y decido seguir el hilo de esta imagen-pensamiento.
El jardín zen (al que me refiero, que no es el de verdad sino el de "juguete") es un producto curioso, que desde hace tiempo puede encontrarse en las estanterías de todo tipo de tiendas y cuya descripción ahorro al lector porque es seguro que habrá visto más de uno. Está hecho a imitación de un tipo de jardines japoneses, supuestamente utilizados como forma de meditación por los monjes Zen (no soy experta en esto, pero wikipedia da una explicación bastante completa).
Me digo a mí misma que es sorprendente el nivel de ventas que debe haber alcanzado esa parcelita de madera con arena de colores, para que se pueda encontrar en "todas partes". Me recuerda a los best-sellers, esos libros que (salvo honrosas excepciones, supongo) alcanzan récords de venta casi antes de haberse vendido, maravillas del marketing. Pero no quiero desviarme de tema. El jardín zen me parece a mí que tiene que ver, al menos en parte, con el auge de todo lo pretendidamente "budista" o, más genéricamente, "oriental", en nuestra sociedad occidental contemporánea. Como la difusión del yoga, el taichí, el reiki, el mindfulness o… (posiblemente me dejo algún término más reciente, no suelo estar a la última en cuestión de modas).
¿Y qué tiene que ver esto con la psicología? Pues a un nivel general, a menudo estas técnicas o productos "de moda" se presentan como herramientas de auto-liberación, de búsqueda del equilibrio y la paz mental, de sanación de problemas emocionales o psicosomáticos… Y, en buena parte, lo hacen con todo derecho: el mindfulness, por ejemplo (palabra inglesa habitualmente traducida como "atención plena" o "meditación"), es una técnica muy efectiva para tratar problemas de ansiedad y otro tipo de trastornos, si bien no es un descubrimiento actual -como algunos pretenden- sino conocido en el mundo oriental desde hace milenios. Y no es sólo una técnica, sino toda una filosofía de vida. Otra cosa es que hasta ahora los "occidentales" nos creyéramos el centro del mundo y pensáramos que no teníamos nada que aprender de otras culturas. Respecto a los otros términos que he mencionado, podría decirse algo parecido, pero no entro ahora en eso.
Sin entrar en cuestiones relacionadas con la "crisis", que exigirían capítulo a parte y alejadas de mis pretensiones, el jardín zen me parece una interesante metáfora de nuestra sociedad del bienestar-consumo (estado del bienestar, sociedad de consumo, consumo del bienestar...). Andamos exhaustos y desorientados, estresados y angustiados: antes, porque el trabajo "no nos dejaba" tiempo libre, ahora, porque la crisis "no nos deja" dinero, oscilamos entre el agotamiento y la frustración… No nos han educado en la paciencia y el esfuerzo, como a nuestros antecesores, sino en el placer inmediato; no en los deberes sino en los derechos, no en la argumentación, sino en la queja… Y buscamos soluciones rápidas, bienestar encapsulado (quizá desde la "era del Prozac", iniciada en los años 80), felicidad que creemos poder comprar con dinero y, aunque no lo creamos, lo hacemos, por hábito, porque es lo que estamos acostumbrados a hacer: comprar, consumir, desechar y quejarnos. Buscamos el equilibrio mental, la armonía, y quizá comprando un jardín zen nos creemos que obtendremos la paz interior, desde luego con mucho menos esfuerzo que iniciando un camino de autoconocimiento, aprendiendo a escuchar nuestras emociones o liberándonos de necesidades y deseos superfluos que no son camino sino obstáculo a esa felicidad que tanto invocamos.
Me gustaría recordar a quien me leyera -y escribiendo también me lo recuerdo a mí misma- que el bienestar personal no sube y baja con las oscilaciones de la bolsa (o es que nos hemos vendido a los "ricos" de este mundo); que la paz interior no se compra -¡ni se roba!- sino que se construye poco a poco, con esfuerzo y perseverancia… Y que todos tenemos un jardín zen interior, donde verdaderamente podemos superar la angustia y encontrar la armonía, si nos atrevemos a descubrirlo y cuidarlo con amor y paciencia.

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